viernes, 13 de agosto de 2010

Sosticio - Capítulo Uno.

Prefacio

La ira me consumía, ahora más que nunca. Todo este tiempo había deseado disfrutar la posibilidad de tenerlos entre mis manos, y destruirlos a todos. Aunque claro, esa no era la mejor de mis opciones, porque si había algo que deseaba de mi viejo amigo, eso era sus hijos, y sus brillantes talentos.

Capitulo Uno
Ilusiones
(Aro).

No sabía si esto era lo correcto. Mis hermanos estaban molestos. Bueno, mejor dicho, mi hermano Cayo era el único que lo estaba, ya que después de tanto tiempo juntos, el que tenía la decisión final era yo.

– Mi querido maestro, han pasado ya casi ocho años desde que fuimos a ver lo que estaba pasando en Forks, y de que regresamos por decirlo de alguna manera, “apaleados”.

– Sí, mi querida Jane. Lo sé, pero ¿Que podemos hacer si ese día los Cullen prepararon un plan para que los escucháramos e impartiéramos justicia? Codicio todos los dones que Carlisle tiene a su servicio.
– Lo sé, maestro. – Lo dijo con una nota de veneno en su voz.
– Creo que tendré que hablar con mis hermanos de esto. Desde ese día, no hemos tenido incidente alguno y todo se ha hecho muy aburrido.
– ¿Quiere que llame al señor Marco y el señor Cayo? – Preguntó.
– Oh, desde luego querida Jane, hazlo por favor. Diles que se dirijan a la torreta.
– Si, maestro. – Contestó obediente.

Oh, Jane... Tus servicios son incondicionales y tu lealtad es mucha, pero la verdad, solo te valoro por tu don. Simplemente por eso, y quiero venganza, ahora que se han unido fuerzas nuevas a nuestros servicios.
Pero es mi querido amigo, y no desearía que se despilfarraran esos dones tan buenos que hay entre los integrantes de su familia, cuando los destruya.
Pronto me dirigí hacia la torreta en donde ya me estaban esperando mis hermanos junto con Alec y Jane.

– Aro, ¿Cuál es el motivo por el que nos hiciste llamar? – Me cuestionó Cayo.
– Sea cual sea, de seguro será aburrido. – Dijo Marco con extremo tedio, gesto tan propio de él.
– Mis hermanos... los he mandado llamar por que llego la hora de que nuestra ofensa sea vengada. Lo que Carlisle y su familia nos hicieron es imperdonable.
– Dije sonando muy cortante.
– ¡Hermano! ¿Y por que ese cambio tan repentino? – Dijo Cayo con sumo interés.
– Bueno, pues es hora de que los Vulturis se vuelvan a ganar el respeto que se merecen. – Comenté en un tono que demostraba que éramos la realeza de nuestra especie.
– Bien dicho, hermano. Perfecto. Jane, prepara a toda la guardia. –Exclamó lleno de júbilo.
– No, hermano. – Le previne. – Todavía no es tiempo. Nada debe ser muy apresurado. Si algo he aprendido de todo esto, es que nuestras maniobras ya las conocen bien, y saben como pensamos. Hay que prepararlo todo, y necesitamos tiempo.
– También recuerda que nuestras decisiones están siendo vigiladas por Alice. – Comentó Marco sin ningún tono en especial.
– Lo tengo muy presente, hermano. Muy presente. Y la verdad no me interesa, ya que nunca tendremos el factor sorpresa mientras ellos tengan ese don tan especial entre sus fuerzas. – Le respondí algo nostálgico, ya que no había algo que deseara tanto como tener ese don dentro de mi prodigiosa guardia.

– Entonces, ¿Cuando partiremos hermano? – Me cuestionó Cayo.
– Alec, avísale a Félix que comience a alistar a la guardia. En tres días partimos. – Le espeté, para luego continuar. – ¿Eso responde tu pregunta mi singular y curioso hermano?
– Sí, hermano. Muchas gracias, llego la hora de terminar lo que hace ya casi ocho años que hemos comenzado. – Hablo entusiasmado.
Después de esa conversación, los tres días restantes se pasaron rápidamente.
A mi hermano Cayo le había cambiado completamente el humor, claro que no podía decir lo mismo de mi hermano Marco. Siempre tan aburrido desde que de alguna extraña manera murió mi hermana Dydime.
Ya me dirigía al vestíbulo de la torreta cuando escuché a mi hermano Cayo decirle palabras muy llenas de ánimos y entusiasmo. Me llevé una gran sorpresa al escuchar eso.

– Llego la hora y el tiempo de que los Vulturis se hagan notar de nuevo Debemos corregir lo corregible, renovar lo renovable y destruir las prácticas que deben ser erradicadas.
– Bravo hermano, hermosas palabras. Eso me hace pensar que te gusto mucho la decisión que tomé al iniciar la venganza contra de los Cullen. – Le espete con suavidad.
– Demetri, yo pienso que deberías de empezar a buscar el rastro de Edward desde este momento. – Se precipitó a decir Marco siguiendo de nuevo sin entusiasmo y aburrido.

Como quisiera poder tener el don de ver el futuro, para poder saber que rumbo tomara mi  decisión, pensé.

El viaje que emprendimos hacia Forks fue silencioso entre toda la guardia, hasta que de pronto, apunto de llegar a México, Cayo rompió el silencio.
– ¿Sabes quien pienso que podía ser un obstáculo grande y tardado? Bella Cullen, ese escudo. – Habló con avidez.
– Es cierto, desde que la vi en el prado aquel, me surgió la curiosidad de saber si su escudo solamente será mental o también podría ser físico,  como el mío.

Me sorprendió escuchar la voz de Renata, a quien hace tiempo que tenía sin oír participar en algún debate de la guardia.
–Tengo la ilusión de que esta vez la lucha si se dé para probar mi teoría. Ya veremos si Bella será tan hábil para detenerme en una mano a mano.
– ¡No te confíes mi querido Félix, han tenido tanto tiempo para entrenarla! Y tal vez ya se sepa defender un poco mejor.
– Félix, no te precipites, que esa es mía. Me debe varias ya.

– Tranquilos amigos, créanme que antes de llegar a Bella va a haber muchos protegiéndola, y mas si se volvieron a reunir toda esa rara conferencia. – Lo comente sin esperar respuesta alguna pero...

-En ese caso, ¿No cree que deberíamos de replantearnos el plan de batalla? Señor Aro
– Tal vez, pero eso lo discutiremos más tarde.
– Por lo pronto hay que limitarnos a cazar. Heidi, trae seis personas para los señores.
Me sorprendió tanto ver a Jane así. Cuando se lo proponía podía ser toda una líder.